Wednesday, October 1, 2014

100 obras de teatro para leer antes de morir, antología de Hugo Noël Santander-Ferreira

   Fuera de Londres, Moscú, New York y Buenos Aires, el Teatro es una pasión casi extinta en nuestra época. Somos pocos ya quienes leemos y comentamos obras de teatro: un rara avis en círculos literarios que premian con creces los demás géneros literarios. Y sin embargo, qué placer es poder compenetrarse en la imaginación de un dramaturgo, en donde la construcción de los escenarios, los rostros y los tiempos son abandonados por el escritor a la imaginación del lector. Aprendemos de la vida a través de diálogos concisos y depurados. La experiencia de generaciones antiquísimas nos es entregada en una lectura de dos o tres horas, y pasamos de un universo a otro con una agilidad que sólo es comparable al cine, con la salvedad que las imágenes en movimiento nos reduce a ser entes contemplativos. 
   Quien lee la dramaturgia es un demiurgo, un hacedor de personajes y vivencias; descubrimos al conversar con otros lectores, o incluso cuando vemos sus adaptaciones cinematográficas o sus montajes en escena, que nuestra lectura fue divergente de la representada. 
   La disonancia entre la obra leída y la obra representada es mayor que la que se da entre la novela y su adaptación cinematográfica, por cuanto ésta abunda en interpretaciones, en descripción de caracteres y escenarios, aquella en diálogos brutos. 
   La prescripción de que en la comunicación las palabras sólo constituyen el 25% de la acción comunicativa se aplica a la dramaturgia, en donde el lector ha de recrear el 75% de las pasiones. Así el Tartufo de Molière tendrá miles de adaptaciones y representaciones, por cuanto cada lectura es única y variable. 
   El dramaturgo se alimenta de las relaciones entre los seres humanos, de las pasiones que son comunes a todos. Los intelectuales materialistas se centran en las diferencias de capital entre los hombres sin percatarse que todas las vidas experimentan las mismas pasiones sin relación directa con sus propiedades. El amor, la ira, la envidia, el fracaso, el sufrimiento, la pasión, el odio, la pereza, el vicio y la virtud son en realidad estaciones existenciales que vemos reflejadas en las obras de teatro. Alguna vez me lo preguntó un estudiante: "¿para qué leer teatro?". "Para conocer la vida", le respondí, y acto seguido le expliqué que las dudas que tenía sobre el valor del conocimiento eras las mismas que se formulaba el joven protagonista de la obra "Memory of Two Mondays", quien al descubrir la monotonía de la vida de los empleados decidía renunciar a su trabajo para estudiar literatura en la universidad y convertirse en el dramaturgo Arthur Miller. 
   Esta selección es arbitraria y limitada; 105 obras que son apenas la flor de la vasta geografía que es la dramaturgia universal. Desde ya comparto con quienes la lean la felicidad que me dieron durante tantas noches de mis años universitarios. 



La Tempestad, de W Shakespeare
La Orestiada, de Esquilo
Los empeños de una casa, de Sor Juana Inés de la Cruz
Tartufo, de Moliere
Larga Jornada hacia la Noche, de Eugene O’Neill
El Jardín de los Cerezos, de Anton Chejov
Las Troyanas, de Eurípides
Fin de Partida, de Samuel Beckett
Antígona, de Sófocles
Las Criadas, de Jean Genet
Los Físicos, de Felix  Dürrenmatt
El Cid, de Pierre Corneille
El militar fanfarrón, de Plauto
La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca
Rinoceronte, de Eugene Ionesco
Calígula, de Albert Camus
Madre Coraje y sus Hijos, de Bertold Brecht
La Noche de la Iguana, de Tennessee Williams
Fedra, de Racine
Doctor Faustus, de Cristopher Marlowe
Edipo Rey, de Sofócles
Hedda Gabler, de Henryk Ibsen
Julio César, de W Shakespeare
El Cerco de Numancia, de Miguel de Cervantes
Las Avispas, de Aristófones
El Inspector, de Nicolás Gogol
Fedra, de Jean Racine
El Príncipe Constante, de Pedro Calderón de la Barca
Fuente Ovejuna, de Lope de Vega
Esperando a Godot, de Samuel Beckett
Marco Antonio y Cleoplatra, de W Shakespeare
César y Cleopatra, de George Bernard Shaw
El Eunuco, de Terencio
El Gran Dios Brown, de Eugene O’Neill
¿Quién le teme a Virgina Wolf?, de Edward Albee
La Vida es Sueño, de Pedro Calderón de la Barca
Don Carlos, de Friedrich Schiller
El Tío Vania, de Chejov
La Política de los Residuos, de Arthur Adamov
Octavia, de Séneca
El burlador de Sevilla y convidado de piedra, de Tirso de Molina
Casa de Muñecas, de Henryk Ibsen
Guadalupe años sin Cuenta, de Santiago García
La Muerte de un Agente Viajero, de Arthur Miller
Las Bacantes, de Eurípides
El Monte Calvo, de Jairo Anibal Niño
Ángeles en América, de Tony Kushner
Volpone, de Ben Jonson
Los ciegos de Maurice Maeterlinck
Hernani, de Víctor Hugo
Prometeo Encadenado, de Esquilo
A puerta Cerrada, de Jean Paul Sartre
Rey Lear, de Shakespeare
Las Moscas, de Jean Paul Sartre
Los Tejedores, de Gerhard Hauptman
Santa Juana, de George Bernard Shaw
Servidor de dos amos, de Carlo Goldoni
El Pelícano, de August Strindberg
El Pato Salvaje, de Henryk Ibsen
Seis personajes en busca de un Autor, de Luigi Pirandello
Paphnutius, de Rosvita de Gandersheim
I took Pánama, de Luis Alberto García
La verdad Sopechosa, de Juan Ruiz de Alarcón
Tres Hermanas, de Anton Chejov
La cena de los idiotas, de Francis Veber
La Duda, de John Patrick Shanley
Romeo y Julieta, de W Shakespeare
Don Juan, de Moliere
Macbeth, de de W Shakespeare
Noche de Epifanía, de W Shakespeare
Andrómaca, de Racine
Hamlet, de W Shakespeare
La Importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde
El perro del Hortelano, de Lope de Vega
Otelo, de W Shakespeare
El gran teatro del mundo, de Pedro Calderón de la Barca
Como gustéis, de W Shakespeare
Ricardo III, de W Shakespeare
Woyzeck, de Georg Buchner
Orquesta de Señoritas de Jean Anouilh
El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina
Medida por Medida, de de W Shakespeare
Los Posesos, de Albert Camus
Las Sillas, de Eugene Ionesco
Eduardo II, de Cristopher Marlowe
Timón de Atenas, de W Shakespeare
Pigmalion, de George Bernard Shaw
Asesinato en la Catedral, de TS Eliot
Del Rey Abajo Ninguno, de Francisco de Rojas
La profesión de la señora Warren, de George Bernard Shaw
El Rey se Muere, de Eugene Ionesco
Galileo Galilei, de Bertold Brecht
La casita de los viejos, de Mauricio Kartun
La muerte y la doncella, de Ariel Dorfman
Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand
Dos Viejos Pánicos, de Virgilio Piñera
A Electra le sienta bien el Luto, de Eugene O’Neill
Las preciosas ridículas, de Moliere
Armas y el hombre, de George Bernard Shaw
La gata sobre el tejado de Zinc Caliente, de Tennessee Williams


Los invito igualmente a leer mis obras de teatro:

El Botín
Medea Bacatá
Crimen e Impunidad